El vacío siempre estaba ahi. Era lo único seguro que había en realidad. No importaba lo que pasara, siempre estaba ahi, fiel y siempre presente. Era lo único seguro que tenía, y poco a poco se fué acostumbrando a él, a tenerle cariño, a necesitarlo. Las historias de amor son siempre así. Mas del noventa por ciento de ellas podrían serle adjudicadas al Síndrome de Estocolmo o a algún otro proceso análogo a este, según los últimos estudios científicos. Y esta tenía todas las características de ser otra más para engrosar las cifras. Aún así, siguió abrazando al vacío cada vez más. Y así vivieron felices para siempre...
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